TE LLAMO Por Marita Penedo.

El sábado sonó el celular. No me lo esperaba para nada. Quería discutir, tenía algo para recriminarme. Me iluminó un torero muerto y con la mano en la cintura y el reverso del capote le hice ole. Acercamiento torpe. A veces tiene eso, otras veces es George Clooney. Y yo, que soy la gran facilitadora, como dice mi amiga Leo, y desesperada por verlo, facilito.

Fui extremadamente feliz con él. Vivimos muchos cielos estrellados y al menos dos lunas, que si yo se lo pedía –me dijo- me las bajaba. Estrellas fugaces que eran nuestras y por eso convenimos no tener fotos que compartir.

Otra llamada hoy, con mi “bonita” y el reporte del clima: “Mirá que hace frío, abrigate”. Un sticker de un corazón metalizado que me alegró el resto del día.

Por fin la cita mañana y me quedo a dormir con él. El pelo es un desastre desastroso y veremos cómo depilarme. Quiero probar, observar, escuchar, y si se puede hablar. Para muchas palabras sé que no es momento. La pandemia nos grabó a fuego el no-momento -guiño guiño para Augé-. Pero también hay palabras que ya son más que urgentes.

Nos desarmamos en la cocina y en el dormitorio, guerrilleros del encuentro. Llegaron los besos anhelados, su piel, su boca, su espalda que me hechiza, me pierdo entre las constelaciones de lunares. La pasión de siempre y entrecortados “Te extrañé”. Y después media charla. Esas conversaciones entre sábanas que para mí son como el suero de la verdad. Le dije que lo amaba. Le dije que quería volver. Le leí parte de mi diario de cuarentena, porque hablo y hablo. Me tapó con la frazada, me abrazó, me buscó la mano para entrelazar los dedos. No dormí. Disfruté estar con él toda la noche. Como antes, cada ronquido.

Se levantó temprano, me dejó en la cama un rato más. Me hizo el desayuno y se bajó del auto para acompañarme hasta la puerta de mi casa. “Te llamo”.