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El mítico Rodney.

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 28 may
  • 3 Min. de lectura

Por Luz Marus.

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Hace un mes fuimos con los chicos de la Facultad al Bar Rodney en Chacarita. Tocaba la banda “Medievala” de mi amigo Juli, el tano.

Me pasaron a buscar por mi casa.


No quiero llegar en Uber a una esquina donde hay un cementerio de noche, sola, les dije.

- Igual siempre te pasamos a buscar. No hace falta que menciones lo del cementerio. No es buena publicidad.

- No existe la mala publicidad. ¿Quién dijo esa frase? Pues, un publicista. Claro que existe la mala publicidad, la mala reputación  y la mala fama.

- Quiero cantar “Cant take my eyes of you.” ¿Me bancas con la guitarra?

-  Ya no hago covers.

-  Pero, ¿no lo harías por mí? ¿Sólo una vez?

-  ¿Y vos, dejarías a tu novio por mí?

-  Obvio que no.

-  Entonces no hay cover ni nada.

-  Qué desilusión. Pensé que en El Under no eran así, negociadores. Al final… ¿El ser humano es igual en todos los ámbitos? ¿Siempre busca sólo su propio interés? ¿Y el altruismo? ¿Y el amor al Arte? ¿Siempre  hay un interés detrás, también acá?

- Qué inocente que sos.

- Gracias.

 

Mirando un podcast al que me llevó mi algoritmo escuché a un empresario contar la siguiente anécdota:

Una marca de lujo muy importante, tenía un reloj muy bonito, el cual se había puesto de moda entre los hombres que tenían barcos, yates y veleros. Era un reloj al que se le podía ver la maquinaria y además, se podía mojar. No había hasta ese momento, relojes de lujo que pudieran tener contacto con el agua sin dañarse. El problema (lamentaba el empresario) era que lo tenían todos. ¿Todos, quiénes? Pues, todos los dueños de barcos, yates y veleros. Entonces…¿Qué decidió hacer esta marca de lujo? Retirar ese modelo del mercado, por dos años. En ese lapso, los marineros Premium se desesperaron. Se los compraban a amigos de amigos. Algunos improvisados los re-vendían, usados, al doble. Hacían fiestas en barcos con la sola excusa de intercambiar algún modelo del preciado reloj que ya no estaba disponible.

El problema, antes era que “se vendía mucho”. Si, eso lo veían como un problema, porque si bien era caro, estaba ahí, disponible para la venta y lo tenían todos. Todos los marineros de lujo, y por lo tanto, perdía exclusividad y glamour.

Después de exactos dos años, la marca estratégica, lanzó el mismo reloj que había decidido quitar de circulación, no al doble, sino al cuádruple. Antes, valía veinte mil dólares. Dos años después, lo lanzaron a ochenta mil. Se agotó el stock.

 

 ¿Cómo puede ser así el ser humano? Si le quitas algo que consideraba accesible, aunque valioso, pero al alcance de su mano, lo valora cuatro veces más, dos años después? ¿Por qué somos así?

Las marcas de lujo entendieron muy bien este comportamiento.

¿Es cruel? Es humano.

Pero, ¿no estaríamos manipulando el deseo, de esta manera?  Claro que sí. Pero, ¿no lo hacemos siempre, acaso? No lo sé Rick. ¿Y lo genuino? ¿Y lo verdadero? ¿Y el amor? “Pero el amor, esa palabra…” rezaba la Rayuela de Cortázar.

 

 

Me separé del grupo cuando terminó la primea banda. Llovía mucho. De un lado, la banda, el ruido, los artistas, la vida. Del otro lado, el cementerio, sin luces, bajo la lluvia. ¿Por qué no le ponen luces de noche al cementerio de Chacarita? Quedaría más lindo. Menos tremendo ¿Todos estaremos acá, alguna vez? ¿En este, en el de La Recoleta, o en algún otro? Prefiero el mar.

Sí, prefiero el mar, pero viva, en un barco…

 

Saqué mi celular y le mandé dos videos a mi mejor amiga extranjera.

“Mirá amiga: de un lado, un bar mítico de músicos, todos hablando, tomando, cantando. Del otro, este cementerio. Amiga, así es Buenos Aires. Acá estoy yo, con mis amigos. Allá, del otro lado del muro, están los restos de mi padre. Nunca fui, porque yo sé que él no está ahí. Su alma no está ahí.”

(Ya estaba media entonada, aunque sólo había tomado un trago de Vodka con naranja, y mi amiga lo sabía)


- Eso tal vez te quiera decir algo.

- ¿Qué me quiere decir?

- Que es mejor estar viva que muerta. Que no dejes pasar el tiempo. Que el tiempo es finito, limitado. Que no lo dejes pasar, Luz.

- Ay, pero… ¿qué me querés decir, amiga?

- Tú sabes, amiga. Tú ya sabes…

 

No sé si la comprendí del todo, aquella noche de sábado, un mes atrás.

Tal vez, sólo tal vez, todavía no sea demasiado tarde,

y mi alma de lujo...ya esté lista.




 

 

 

 

 
 
 

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Dirección:

Luz Marus

 

Fotografía: 

Sergio Levin

 

Comunicación:

D. Durañona

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