Sueños. Por Melina Speranza.
- laportenarevista

- 18 oct 2020
- 2 Min. de lectura

“No se puede construir todo el sueño sin soñarlo”
Hace unos años aprendí de una chamanita urbana un pequeño ritual para realizar en el solsticio de verano. Luego de escribir en una hoja aquellas cosas que queríamos dejar de hacer, olvidar, “soltar” (como se dice ahora), se doblaba hacia afuera el papel escrito dos veces y se quemaba. Posteriormente, se escribía en otra hoja aquellas cosas que deseábamos tener, hacer, cumplir o lograr; se doblaba la hoja dos veces nuevamente, esta vez hacia adentro, y también se quemaba. Es interesante cada elemento de este pequeño ritual: escribir los pensamientos y deseos en un papel, los movimientos afuera/adentro, el fuego. Me resulta inevitable recordar a Jacques Lacan repartiendo figuritas de elefantes al final de su seminario y curiosamente también, decir eso de esa manera (que recuerdo a Lacan repartiendo figuritas de elefantes, puesto que es inexacto, ya que no lo viví, sino que lo leí en su seminario), es otra arista de lo que quiénes ejercemos el oficio de la escucha nos encontramos todo el tiempo: el poder materializador de las palabras.
Junto con una amiga adoptamos este ritual y lo realizamos cada cambio de año desde entonces, nos mandamos fotos por Whatsapp o hacemos una videollamada para compartírnoslo mientras lo hacemos. Por mi parte, he realizado este pequeño acto junto con algunos familiares en cenas de fin de año, luego del brindis correspondiente, y con gratificación he visto que ha sido en ocasiones una manera de acercar un poco de alivio en tiempos de algún duelo cercano, así como también oportunidad de renovar cierta ilusión respecto del futuro.
En general me ha pasado, a veces incluso para mi sorpresa, que aquellas cosas deseadas y tiradas al fuego para que se materialicen durante el año, han sucedido siempre; nunca a la manera fantaseada, pero siempre con ese plus que da la experimentación de algo concreto que ha sido realizado, que en el momento de ir haciéndolo no era notado, sino después de pasado el tiempo. Asimismo, aquellas cosas que suelo desear “soltar” (algunos vicios y malos hábitos, recuerdos de amores truncos y otras yerbas) suelen insistir en quedarse, parecen ser resistentes al fuego. Con simpatía también lo observo y renuevo mi apuesta a mi oficio, el psicoanálisis tiene para decir bastante acerca de eso también.
Cada año que pasa, estimo que madurez mediante, mis deseos se van volviendo más mundanos, más concretos, menos ambiciosos. Casi todos ellos han ido encontrando su materialización aún con las vicisitudes que estamos atravesando en estos tiempos. Estas mismas palabras escritas aquí y compartidas con quiénes las lean, en el momento que las lean, forman parte de alguna manera de ese acto psicomágico de manifestar un deseo. Escribir es uno de esos deseos, que haya lugar para esa escritura, que alguien resuene con ella y por qué no, se atreva a materializar sus deseos, haciendo uso de lo que esté a su alcance. No hay plan B, cada vez, en cada momento, se pondrá en juego la posibilidad de escribir.



Muy buen artículo de Melina y combina con su apellido