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NEORREALISMO ARGENTINO Por Marcelo Torres.

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 17 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 19 sept 2020


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Si no fuera que estamos en medio de una pandemia que está matando a mucha gente, uno pensaría que los argentinos vivimos permanentemente en una película del neorrealismo italiano. Bastó que la acción del virus llegara a su pico para que Horacio Rodríguez Larreta –en lugar de pedirle a la gente que permanezca en sus casas ante el riesgoso aumento de casos– se decidiera a abrir casi todos los comercios y fomentar el incremento de vecinos en las calles «ampliando» las veredas y permitiendo que restaurantes y bares atiendan clientes al aire libre. Y claro, todos saben lo fundamental que es festejarle el cumpleaños 80 al abuelo, yendo toda la familia a almorzar en masa a un pizzería. Así algunos porteños, incentivados por su alcalde, por exfuncionarios macristas y por los medios hegemónicos, empezaron a organizar marchas –no una, varias– para boicotear la cuarentena. La idea es simple: juntarse 500 o 1.000 tipos en el Obelisco portando carteles, todos sin barbijo (de ser posible también se organiza una quema de tales implementos opresores), gritar que la pandemia no existe, que las vacunas enferman, insultar a Alberto y a Cristina, pegarle y escupir a los movileros de C5N y después volverse a su casa felices, pletóricos de coronavirus para contagiar a los que no querían contagiarse. Ningún ejemplo mejor que el de la exministra Patricia Bullrich, ferviente promotora de la marcha del 17A y puntual asistente. Dos semanas después dio positivo de Covid-19, pero lo ajudicó a que en la familia es ella la que sale a hacer las compras. Es decir, no adquirió el virus por andar a los besos y abrazos con los energúmenos de la marcha. No, se lo contagió de aquella viejita que andaba con el barbijo medio caído cuando compraba en el chino. Lo mismo les habrá ocurrido a otros promotores de marchas anticuarentena que cayeron en manos del virus: Juan José Sebreli, Baby Etchecopar o Eduardo Feinmann, quien pronto se olvidó de sus exabruptos contra el gobierno para pedir a su audiencia «recen por mí», cuando se las vio complicada.

La cuestión, como ha quedado clarísimo gracias a los sesudos comentarios de Cristina Pérez en el noticiero de Telefe, es que el gobierno lo que quiere no es proteger la vida de millones de ciudadanos sino quitarles su libertad individual. Por suerte hay luchadores como Viviana Canosa, que en su programa proclamó con fervor: «¡Por favor, dejen de prohibir tanto porque ya no alcanzo a desobedecer todo!», mientras se tomaba en cámara un trago de dióxido de cloro que, según ella, «oxigena la sangre» y cura muchas dolencias.

Como si todo esto fuera poco, Mauricio Macri se despachó con una «carta abierta» en el diario La Nación para alertar «sobre la dolorosa y delicada circunstancia que atraviesa la República Argentina». Cualquiera pensaría que hablaba de la Argentina 2015-2019, pero no, según el expresidente los argentinos estaríamos viviendo nuestro propio 1984 orwelliano puesto que «se utilizan las restricciones sanitarias para impedir la libre circulación de los personas» y que «lo que se busca es el control social y evitar que los ciudadanos manifiesten su disconformidad». Precisamente términos como «disconformidad», «avasallar», «demagogia», «vulnerar», «desfallecer» y otras palabras de cierta complejidad en el documento, harían presumir que Macri –que no llegó a completar salita de 5– no habría sido el verdadero autor de la carta.

Lo bueno es que pese a todo existen cosas como el dióxido de cloro, un compuesto muy popularizado en las redes sociales de carácter ciertamente milagroso, puesto que cura todo tipo de enfermedades; pero todas, eh, como aquella pócima mágica que vendían los dos estafadores de Las aventuras de Tom Sawyer. El dióxido de cloro no solo te puede salvar del infausto coronavirus, sino que también cura enfermedades como la malaria, el autismo, el cáncer, el sida, la esclerosis, intoxicaciones alimentarias, patologías parasitarias y otras más. Bondades que fueron ampliamente difundidas por Canosa en su programa de Canal 9. Si una luminaria como ella lo dice no hay por qué dudar de su eficacia. Y hay que reconocerlo, quizá el mayor milagro de este compuesto haya sido convertir a una panelista de chismes del espectáculo en conductora de un programa político en horario central.

 
 
 

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Luz Marus

 

Fotografía: 

Sergio Levin

 

Comunicación:

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