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Misántropo. Damián Szifrón.

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 8 may 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 jul 2023

Por Luz Marus


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El desprecio del misántropo por esa euforia desmedida de los Años Nuevos, me

hizo acordar a la cantidad de veces que decidí pasar el Año Nuevo sola, en mi

casa o en alguna otra ciudad.

Era imposible escaparse de esa alegría artificial, desmedida, pero sobre todo programada y actuada como simulaciones, como personajes sin alma y sin rostro que hacen todos lo mismo al mismo tiempo en cada lugar

del planeta. ¿Por orden de quién? ¿De qué? ¿De un calendario que instaló la religión menos inteligente del mundo pero que no se sabe bien cómo ni por qué logró viralizarse y convertir una biopic en un hit hace ya dos mil veintitres años?


Lo encontré a Damián en un Bar que ya no existe del bajo Belgrano llamado:

"La Esperanza" hace doce años. Esos bares que son reliquias para los que los

encontramos y que justamente por el mismo sistema que homogeiniza todo, al poco tiempo dejan de existir.

Aburrido del mundo, hastiado de los seres humanos, nuestro verdadero

Misántropo creaba sus guiones y le daba vida a sus personajes, en bares de

Belgrano y de Colonia. Si el bar seguía abierto, se quedaba hasta el amanecer.

Se dormía a las siete de la mañana y se despertaba a las dos de la tarde.

Disfrutaba de la ciudad cuando estaba quieta, en pausa, dormida, como un

querible misántropo al cual, a diferencia del de la película, le funciona muy bien el mecanismo de represión y el psicoanálisis.

Nuestro misátropo argentino y porteño, hace catarsis en sus obras, como un

exorcismo sagrado y majuestuoso. Y sobre todo, todavía sigue en la búsqueda.

Me recuerda a mí, en muchos aspectos. También me duermo cuando amanece, y me despierto a las dos o tres de la tarde. Me quedo escribiendo o mirando

películas y series. Me falta el sabor del éxito, por ahora.

Pero sus palabras me alivian y acarician: "El miedo al fracaso se pierde, justamente, con el fracaso." O "El rechazo deja de importar cuando comprendemos que la valoración del otro sobre vos es relativa, ya sea para bien o para mal. No importa el valor que te de el otro, sino lo que vos sentís."

Si el otro no ve tu valor y tu poder a tiempo, es un problema del otro, que años más tarde se arrepentirá, agregaría yo, con un estilo más femenino.




Me impresionó la frase de la madre del misántropo:

"En la pandemia vagaba por las calles feliz, como un rey nómade."

Sentí algo parecido. El mundo entero en pausa me generaba un alivio y una satisfacción inexplicable.

La frivolidad en pausa. Los locales de ropa, de relojes, de perfumes, de

maquillajes, de zapatos de diseño. Todos cerrados por "innecesarios".

Sólo Farmacity y Carrefour, abiertos. Sólo remedios y comida. Sólo lo esencial.


Una ciudad desierta, apocalíptica, pero que sigue funcionando, sólo que logró meter a todos en sus casas y dejar solamente, lo esencial. El mercado se detuvo.

El sistema productivo, necesita seguir en movimiento. Sí, es cierto.

Sólo si naciste en un lugar privilegiado podés plantearte ciertas cosas, y eso también es injusto. Tomarse una pausa, no debería ser un privilegio de pocos.


Misántropo no es una película de acción, ni de tiros. Es un tratado de Filosofía. Hay tiros, sí. No tantos, para mí gusto.

Pero son sólo una excusa para que el director y guionista haga una crítica

Antisistema.

Pude ver en Misántropo al mismo Szifrón que decía en la mesa de Mirta Legrand:

"La inseguridad existe por la desigualdad. Este sistema necesita pobres. Es más,

los genera." Y Mirta tratando de entender algo, "Pero ¿Cómo que los genera?

Szifrón no entiendo lo que decís."

Y él remataba: "Yo, si hubiera nacido sin las necesidades básicas cubiertas, sería

delincuente, antes que albañil." Y Mirta: "Ayyy Szifrón!"

El momento más auténtico de la televisión argentina.


En el Bar La Esperanza:


Me acerqué con temor, vi a alguien en su cápsula, queriendo que nadie lo

moleste. Estuve como cinco minutos pidiendole disculpas por atreverme a

acercarme casi haciendo una reverencia mientras le decía:


- Perdón, yo sé que odias esto. Que la gente se te acerque, así de la nada. Que

venís a los bares buscando paz e inspiración para escribir. Que sos fóbico, y que

el ser humano en general te parece despreciable.

Perdoname en serio, pero, hace muchos bares que te cruzo, y...


(Se ríe)

- Sentate. ¿Qué me querés pedir?


- Bueno, estoy incursionando en el periodismo. Abrí una revista digital. Y te quiero hacer una entrevista.

- Pero...no estoy estrenando nada ahora.

- Pero sé que lo vas a hacer.

- ¿Cómo lo sabes?

- Lo sé.

- ¿Y qué me vas a preguntar?

- No sé, cosas. Todavía no lo pensé.


Hubo un silencio que me pareció de cinco minutos, aunque tal vez fueron sólo

cinco segundos.

Tenía razón. Qué le iba a preguntar.

¿Te gustan los amaneceres y los días de lluvia?

¿Te dormís a las seis de la mañana y te levantas a las dos de la tarde, porque te

quedas escribiendo y viviendo en esas pocas horas de madrugada donde el

frenetismo del mundo se detiene, porque te sentís más cómodo?

A quién le interesarían estas respuesta, más que a mí.

Estaba a punto de levantarme de la silla y retirarme pidiendole perdón otra vez,

cuando me dice:

- Pará.

Saca una libretita, arranca una hojita y me escribe su mail.


Dos años después de ese encuentro, Damián estrenó "Relatos Salvajes."

Doce años después: esta belleza. Una patada al sistema dentro del sistema.

Algunos dicen en twitter: "Fue a yanquilandia, les metió una patada voladora, en su propia cara y con sus propios recursos, y se volvió. Chapeau.

Pero su crítica no es sólo a Estados Unidos, sino al sistema global, deshumanizado y frívolo. De hecho, es un gran admirador y espectador del buen cine estadounidense, sobre todo el cine de los setentas y ochentas, que miraba de niño con su papá, Bernardo.


Todos necesitamos un mentor.


Hoy quiero compartirles esta crónica-crítica para que sea una de las tantas

que circula por el mundo en Internet.

La de una argentina porteña de Belgrano, que también, se considera una Misántropa, sólo que a diferencia del protagonista, tuvo una vida privilegiada cercana a la catarsis del arte y con acceso al psicoanálisis y sus balas, fueron las palabras.


Agrego un dato de color: El misántropo dulce y civilizado, se refugia en su cueva del barrio de Belgrano con su mujer y sus hijas, y lo muestra orgulloso en redes sociales.

Hay pocos hombres así, que muestran esa felicidad cotidiana y dan valor a lo importante.

Mis mayores respetos y admiración eterna a esa mujer afortunada y a esas hijas amadas y hermosas.


Porque bien entendió Szifrón la frase de la sensible e inteligente Marilyn:


“El éxito no te abraza de noche.”


Sabiendo esto, disfrutalo. Te lo merecés.






 
 
 

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Fotografía: 

Sergio Levin

 

Comunicación:

D. Durañona

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