ME SEPARÉ Por María Sara Müller
- laportenarevista

- 25 sept 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 sept 2020
Relaciones amorosas en pandemia: Ensayo ensayado 2

María Sara Müller
Relaciones amorosas en pandemia: Ensayo ensayado
Me separé. La pregunta clave parecía ser “¿Antes o durante la cuarentena?”. Durante. Ah, bueno. ¿¿¿Y??? ¿Le quitamos mérito porque todos andamos un poquitín alterados? ¡Una separación es una separación, viejo! Y ahora mil, un millón, un eón de veces peor. Se suma a la ansiedad, al miedo, a la incertidumbre, a las pocas ganas de nada, al piyama y las pantuflas. Es la crisis absoluta.
Mi derrumbe emocional se volvió mezcolanza con las discusiones, las apuestas, las reflexiones sobre esta temporada tan extraña que nos toca vivir. Todos, más o menos dolorosamente, nos estamos divorciando de la normalidad conocida. ¿Qué teníamos antes? ¿Qué vamos a tener después? Si lo de antes era mejor o si era una cagada lisa y llanamente. ¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos? La humanidad misma puesta en escena en esas dos preguntas pelotudas. Y a tu pareja ya el día veinte la mirás distinto, por la distancia o la cercanía obligada. Empezás a tantear si te acompaña, si te contiene, si te da un trato amoroso y un lugar de privilegio, o si está enamorado de su mamá y no de una con la que duerme.
Para separarse no es el mejor momento, la verdad. Es que no es momento para nada. La pandemia nos impuso el día a día, el paso a paso, como en la granja de rehabilitación. Sobrevivir y no pensar, no hay proyección posible para “el después”. Esa idea me vuelve loca. Me arrepiento, lloro, puteo, hablo sola discutiendo con él en mi cabeza. Quiero convertirme en una más del chat de mamis, en una Milipili del montón. No cuenten conmigo para criticar ni a Zizek por gordo drogón ni a Agamben por tía vieja. Estoy estallada, desolada, se siento abandonada a mi suerte. Quiero descargarme, escucharlo, pactar la tregua. Me niega la palabra -siempre le costó hablar-. Me bloqueó, el muy cagón. Las miserias se nos exacerbaron durante el aislamiento pero no le disculpo –como a nadie- la falta de empatía, la falta de solidaridad.
Un nuevo virus, desde Kasajistán o la Conchinchina, y esto que no termina. Todo lo mismo, la vida se volvió tartamuda. Ese “después” que no llega. Abrimos, cerramos, Fase 3, Fase 1, botón rojo. Daría un riñón (o ya los dos) por volver a febrero, a la playa donde fuimos felices juntos, cuando esta demencia se veía por televisión. (Digo un riñón, porque el hígado se me está desarmando y estoy fumando como un murciélago de Wuhan con tabaquismo).



Comentarios