top of page
Buscar

Lemmings en la noche.

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 17 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

Por Sebastián Pandonfelli.



ree


Hace diez años teníamos treintaypocos y éramos un grupo de sobrevivientes de los 90 tratando de estirarla por un par de rounds. Recién juntados, recién separados, solteros, amigos con derechos. Ya habíamos recorrido los tugurios y antros donde escuchamos y tocamos guitarras distorsionadas y a regañadientes, entrábamos de lleno en la adultez. Algunos hasta trataban de parecer gente seria.

Flotaba en el aire una pulsión, algo que nos empujaba a juntarnos y salir a buscar algo.

Fuimos un grupo de lemmings buscando cada noche un precipicio a dónde tirarnos, en manada.

Mirábamos de reojo lo que creíamos que era una fiesta, allá en las terrazas de las grandes editoriales, o la Feria de la Rural. Y al final resultó que la fiesta de la narrativa la estábamos haciendo nosotros sin darnos cuenta.

íbamos a talleres literarios. Tuvimos maestros, seguíamos a los gurúes: Laiseca, Abelardo Castillo, Fogwill, Hebe Uhart, y tantos otros, como los pacoquis.


Leíamos mucho, nos leíamos entre nosotros, leíamos a los gritos, en plena borrachera, planeando ir a cascotear la vidriera de las corporaciones editoriales. Editábamos nuestros primeros textos con esperanza, en editoriales independientes, chiquitas, artesanales, en un país que creímos diferente. Teníamos ahí nomás a los que ya habían conseguido algo, Cucurto, Casas y un puñado de figuritas literarias.


Andábamos boyando de un lado a otro, sin mirar demasiado. De Los Mudos, a Alejandría, de ahí a Carne Argentina, único sobreviviente, único dinosaurio vivo, mito de los ciclos de lecturas, que seguimos haciendo y yo sigo musicalizando cada vez. Íbamos al Pachamama a chasquear los dedos, a tomar toneladas de cerveza en frascos de mermelada (antes de que se pusieran de moda en palermamerto) hasta que los vecinos nos tiraran lavandina desde arriba o llamaran a la yuta, como esa vez que clausuraron el lugar con nosotros adentro, en plena lectura del Quinteto de la Muerte y uno leyó el acta de clausura parado sobre la mesa, como una perfo y después todos saliendo por la ventana.


Ibamos al No lo intenten, al Es a propósito, a La Jam (a veces), A Brandon, a galpones inmundos, a bolichitos, al ZAS, ¡oh por Dior que pedazo de antro, el ZAS! Ahí presentamos “Choripán Social”, mi primera novela y había como 150 personas, metimos una parrilla en el techo del baño y mi viejo hizo 100 choripanes, fue alto acto. Irrepetible. Íbamos al Pachi de Almagro, al Besares, al Matienzo de la calle Matienzo, antes de que se ponga cheto, íbamos a cualquier bar a hablar al pedo hasta el amanecer, pensando en que estábamos haciendo algo con la literatura, y terminábamos bajoneando empanadas de grasa de elefante en Pim Pum, con alguna anécdota para tipear en un blog.

¡Teníamos blogs! Y algunos hasta parecían algo serio. Empezaban a aparecer revistas virtuales.

Unos escribían, otros pululaban tratando de levantarse a alguien, o pasarla bien un rato. Unos querían colarse de algún modo y ponerse bajo los reflectores de la mini fama de los Suplementos Cool-turales. Comprábamos Ñ, leíamos Radar, y todas esas porquerías de propaganda y casi todos queríamos ver nuestro librito ahí, en esa vitrina de la consagración.

Seguimos remando, seguimos siendo esos lemmings en busca de algún acantilado, pero ya no andamos en manada.


Ya no vamos a talleres literarios, ahora los coordinamos. Se nos murieron los maestros.

Y vemos de lejos cómo se va formateando otra vez, otro circuito, otra gente. Vienen los otros, los nuevos, a caminar casi los mismos caminos, pero de maneras diferentes. Ya no hay tanta gana de cascotear editoriales, pero sí de pelear por los derechos de los que escriben, hasta tenemos un sindicato. Somos trabajadores de la palabra.

Crecimos. Aunque las ganas de rejuntarse y tomarse una pelopincho llena de fernet siguen intactas, sabemos que el hígado no resiste, y que la resaca no es la misma, y que ya no venden falgos en farmacity. Nos quedamos colgando posteos intragables en Facebook, como un grupo de jubilados en Las Toninas.


Ahora cada uno anda haciendo la suya, escribiendo y publicando donde y cuando se puede, en un país que una y otra vez trata de reconstruirse y se bancó cuatro años de Macri y dos de pandemia.

Algunos entraron a la cancha grande, están en primera, y se mueven con cintura. Algunos seguimos dando vueltas por ahí, sateliteando de cerca, otros quedaron en la tribuna. Pero cada cual atiende su juego, y hasta ahora creo que lo venimos haciendo bien.

 
 
 

Comentarios


Dirección:

Luz Marus

 

Fotografía: 

Sergio Levin

 

Comunicación:

D. Durañona

bottom of page