LA ESPERA INCOMPLETA. Por Juan Strocovsky
- laportenarevista

- 25 sept 2020
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Actualizado: 25 sept 2020

Sentencia la letra del legendario tango Soledad, que en la espera, las horas que agonizan se niegan a
pasar, y por ende, conviene ocuparlas para que no se nos funda el alma y terminemos clavándonos un
puñal.
No pretendo ser original si digo, que nuestras horas invertidas durante la pandemia, tienen que cubrir
las faltas, que trajo consigo este mal. No tendré jamás la intención aviesa de que alguien lea Zama en
esta coyuntura –pero por favor no vean la película adjunta, eso sí se los advierto- para saber que la
espera nos termina por crucificar de algún modo, aunque en el intervalo aprendamos como viene la
mano, y si en verdad vale la pena enjugarse las lágrimas a cuento de ser más sabios, cuando la manzana
ya fue mordida hace siglos, y venimos cayendo en picada sin paracaídas.
La rutina –mis rutinas- se han exacerbado desde la declaración de la cuarentena. Al principio me
ocupaba con exclusividad de las noticias, hasta que supe que por mi profesión –bibliotecario
referencista- me iba a intoxicar irremediablemente y la espera iba a terminar conmigo, por lo que doblé
la esquina para evitar el patatús. Fue allí que decidí aficionarme a mirar o revisionar los film noir que
había abandonado en el pasado. Opté arbitrariamente por declarar como mejor película a Double
indemnity por sobre Laura, al simpático Wilder por sobre el tiránico Preminger, un debate que los
fanáticos del cine negro tenemos a diario luego de nuestras colaciones, así como los rockeros pugnan
entre los Beatles y los Rolling Stones. En estos trajines culturales, recogí otras nuevas perlas del noir y
hasta me anoticié que el atlético Burt Lancaster -quien se inaugurara en el cine con The killers del
exquisito Siodmak- murió con el corazón agobiado, no por la espera, ni por el desgaire de una dama,
sino por sus esforzados devaneos físicos.
Tras estas aficiones amateurs, comunes al sedentarismo compulsivo producto de alguna relación sexual
mal amañada entre un murciélago borracho y un pangolín opiomano, me supo bien descargar a troche
y moche, una infinidad de libros digitales del sitio ebilioteca, tarea que había dejado pendiente por lo
menos hacía 20 años, cuando mi nerdismo digital se empleaba en corregir y digitalizar libros, en
momentos mishiuadurescos, como los que nos agobian ahora mismo. Llegué a la espeluznante cifra de
100.000 libros descargados y coleccionados, y tal fue mi espanto textual, que volví al mundo audiovisual
–dejando inacabada esta tarea- y recalando en el puerto de los thriller gallegos, género que se
considerará menor por estar preeminentemente antes, el thriller nórdico.
Mi contraveneno audiovisual, que supo ser mi refugió espiritual de las miasmas informativas, hizo que
devorara hasta el momento cientos de horas de cine negro gallego. Por ser éste un mundo limitado–el
del thriller gallego- y muy noviño, me parece que lo he saturado, aún sin terminar de completar la
espera. ¿Qué dicha se van a granjear mis parruliños viendo thrillers gallegos? Si son adictos al thriller,
podrán advertir que los motivos son los mismos de siempre, sólo difiere el tratamiento y alguna que
otra argucia en la alquimia de los géneros. En todo buen thriller gallego, que se precie de tal, no deberán
faltar los siguientes elementos: ostias –golpes-, malleiras –palos-, como en el Quijote indudablemente,
pero también el detective principal debe ser mujer y que cotidianamente representará la virtud moral
en la sociedad, por sobre sus vicios o locuras individuales. La familia deberá estar en el centro de la
escena, los guardias civiles siempre serán picoletos –cana, yuta, tira, en lunfardo- y algunas mujeres
pendangas –rameras- o lurpias –aprovechadas-, o los hombres pailanes –vagos- o trapalleiros
–estafadores-. La comicidad es un aderezo imprescindible, así como también la lágrima viva del
melodrama, para que no se diga que el gallego no deja de ser un romántico bipolar, como siempre lo
fuera por sus esmorgas –parrandas- y saudades –melancolías-. Para los que quieran iniciarse en este
género presuntuoso, les recomiendo la oscura Neboa, la temporada 1 de O sabor das margaridas y para
los muy entusiasmados Serramoura, que es la escuelita de las dos primeras.
Y como sólo se pueden completar las cosas inacabadas, y la pandemia por ahora no tiene visos de finar,
mis muy señoras y señores mías y míos, para bien o para mal, ella nos hizo saber –como en Zama-, que
la vida es una espera incompleta, y es mejor entonces seguir completando la espera, con películas,
series y libros.



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