INTERESES PRIVADOS Por Marcelo Torres.
- laportenarevista

- 6 oct 2020
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Es sabido que los medios hegemónicos y la oposición suelen usar ejemplos de otros países cuando se trata de criticar el manejo que hace de la pandemia el Gobierno nacional. Así, muchos comunicadores, alineados con los intereses económicos de los sectores más poderosos, han sembrado con slogans y mentiras los noticieros y tapas de diarios de modo de influir en la opinión pública: «La cuarentena más larga del mundo», «Hay que seguir el ejemplo de Suecia», «Hay que seguir el ejemplo de Uruguay», «Hay que seguir el ejemplo de Corea del Sur», «Estamos en una infectadura», «El Gobierno de los Fernández es autoritario», «La democracia en Argentina está en peligro», «Este Gobierno amenaza las libertades individuales», «Es muy grave el derrumbe de la economía» y así una larga retahíla de falacias sin otro fin que crear un clima adverso a las decisiones políticas y sanitarias de Alberto Fernández y de Axel Kicillof. Postura que conlleva un menosprecio total a la salud de los argentinos más desprotegidos, a quienes instan con sus demandas a que se expongan al peligro del coronavirus.
Lo que medios y opositores no dicen es que esos países «ejemplares» a los que aluden han debido dar marcha atrás en sus medidas sanitarias ante la persistencia del virus o han tenido altísimas cifras de víctimas por haber apelado exclusivamente a la «responsabilidad social» para no «coartar las libertades individuales».
Un caso puntual de esta peligrosa actitud es la inexplicable insistencia del jefe de Gobierno porteño en reabrir escuelas y colegios. El Gobierno de la Ciudad viene demandando al presidente, una y otra vez, en dar clases al aire libre, primero en parques y después –ante la negativa del Gobierno nacional– en los patios de las escuelas, cuestión que también fue rechazada por el ministro de Educación, Nicolás Trotta. Los funcionarios de Larreta primero adujeron que había 6.500 estudiantes que no podían estar al nivel del resto porque carecían de computadoras para practicar los contenidos en sus casas y por lo tanto debían acudir a la escuela y recibir esas lecciones al aire libre. Trotta replicó que las 6.500 netbooks, e incluso la conectividad, estaba garantizada para esos alumnos; el Ministerio solo debía recibir el listado de esos chicos para entregarles los equipos. La Ciudad solo ofreció identificar a 1.500 y rechazó la entrega de las máquinas aduciendo diferentes motivos según escalaba el conflicto.
Por otro lado el gobernador bonaerense exhortó a «no someter a los chicos a experimentos» y aclaró que «lo que hicimos con los chicos que perdieron continuidad es ir a buscarlos a las casas. Lo hicimos en conjunto con la comunidad educativa, con los municipios. No nos quedamos esperando. Vamos a llevarle la escuela a los chicos. Esto no se arregla con marketing ni con la tele», aseguró, en clara alusión al accionar del alcalde porteño.
En cuanto a los ejemplos extranjeros, es bien sabido lo desastrosa que resultó la política sanitaria de Suecia respecto a la «responsabilidad social». La India, con sus 1.300 millones de habitantes recién reabrió sus escuelas a inicios de octubre. Israel, otro ejemplo con el que se llenaban la boca los comunicadores de los canales más importantes, debió dar marcha atrás con la reapertura de los colegios porque se contagiaron casi 1.000 alumnos, y 22.500 maestros y estudiantes tuvieron que volver a hacer cuarentena. «Fue un gran fracaso –dijo Eli Waxman, profesor del Instituto Weizmann de Ciencias y presidente del equipo que asesora al Consejo de Seguridad Nacional de Israel–. Otros países definitivamente no deberían hacer lo que hemos hecho», exortó, categórico. Pese al consejo del israelí, ampliamente difundido, el Gobierno porteño continuó insistiendo con la reapertura y decidió ignorar la advertencia.
Por si fuera poco, el ministro de salud de CABA, Fernán Quirós se metió en el conflicto y aseguró : «Sabemos que grupos de 8 o 9, en espacios abiertos, con reglas y normas puestas por un adulto, son escenarios más seguros que lo que ocurre con ese niño en su entorno familiar y barrial». Una interpretación bastante curiosa que considera que los chicos están más protegidos del virus teniendo clases a la intemperie, compartiendo los recreos con amigos y debiendo trasladarse en transporte público, que en sus propias casas.
Los primeros días de este mes de octubre Madrid, París y Nueva York también ordenaron el cierre de muchos colegios en distintos barrios de estas grandes capitales ante el rebrote de coronavirus. Según le convenga al Gobierno de la Ciudad, los países del primer mundo resultan un ejemplo a seguir o, por el contrario, no se hace la más mínima referencia a ellos cuando sus medidas sanitarias se contraponen a las del macrismo.
Quizá el reclamo de Rodríguez Larreta y sus funcionarios no sea tan inexplicable después de todo. A lo que apunta el alcalde macrista es a que los colegios privados reanuden sus actividades y puedan seguir con su negocio educativo. Muchos padres, ante la crisis económica desatada por la pandemia, están atrasados con las cuotas o directamente dejaron de pagarlas; por lo que la supuesta «asistencia pedagógica» a los estudiantes de escuelas públicas no es más que una mera excusa para poner en marcha otra vez los intereses económicos del sector educativo privado. Como siempre.



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