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Divorcio de Pandemia. Por Manuel Quaranta

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 25 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 25 sept 2020


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Escribo para no pensar. Escribo para olvidar.

C. ha partido hacia Inglaterra (¡arremete viajera!). Las últimas 48 horas fueron de una tensión inabordable, excesiva. Que sí, que no. Llamados, versiones, consejos. De alguna manera tomamos juntos la decisión de concretar ese deseo. Terrible: la concreción del deseo significa angustia. Hace años que ella venía pergeñando este viaje y ahora que el viaje se convierte en un hecho, sobreviene la angustia. Las alas del deseo son de una fragilidad inaudita. Es cierto, la acción del coronavirus agregó un toque dramático a los acontecimientos, sin embargo, de no haber existido el fenómeno, la angustia se hubiese presentado igual. Deseo y angustia, angustia y deseo. La emergencia de lo real. La ilusión, la fantasía frente a lo real, o mejor dicho, frente a la realidad. Cuando la imaginación opera todo funciona a las mil maravillas, los engranajes aparecen bien aceitados, uno se come el mundo (similar al acto de escribir mentalmente y luego enfrentarse a la página en blanco, ¿en blanco?) hasta que la fuerza de la realidad descarga su inclemente potencia. Allí, la euforia animal que veníamos sosteniendo comienza a desprenderse de nosotros como se desprende un glaciar. Quedamos vacíos.

Reglas: escribir todos los días (sin excusas) hasta el retorno de C. (ese es el límite, su regreso, sea cuando sea), procurando corregir lo menos posible. Necesito insuflarle a mi escritura un hálito de espontaneidad. Existen, por otra parte, chances de que yo mismo viaje a Europa (debería en estos momentos estar en Turín). Veremos si ese desplazamiento afecta la escritura.

Una cita de Salvador Benesdra en El Camino Total: "Lo mejor que uno puede hacer con su prestigio es destruirlo, si uno quiere vivir creativamente. El propio prestigio, la propia imagen, la preocupación por el qué dirán, son todos distintos nombres de la principal y más cobarde de todas las esclavitudes del ser humano, el temor a la soledad".

Escribo porque estoy solo, escribo porque voy a estar solo. El otro se ha ido. ¡Cuánto más fácil resulta ser uno el que se va!

*Este fragmento pertenece al diario 88 días solo.

 
 
 

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