Desolación Por Santiago Thompson
- laportenarevista

- 18 sept 2020
- 2 Min. de lectura

La pandemia nos confronta con una desolación que a cada uno lo toca en algún lugar. El dolor de muchos que perdieron sus seres queridos y la pena de quienes vieron jaqueada su subsistencia. Hoy esa incertidumbre está potenciada ya que “el fin de la pandemia” como tal no es un horizonte que podamos atisbar. Ya no se trata de esperar que la pandemia se evapore para volver a nuestra vida, porque nuestra vida no puede esperar tanto tiempo. La separación física entre padres, hijos, nietos, extendida en el tiempo. La separación “por jurisdicciones” de los vínculos, crea islas que nos dejan de un lado u otro, cerca de algunos y aislados de otros.
En lo personal, vivo la disyunción entre ese contexto y mi interés por la práctica psicoanalítica. La irrupción de lo que me gusta llamar la clínica digital: el formato de atención online que, corroboramos analistas y analizantes, es operativo a gran escala y en muchos aspectos, preferible. Una travesía en medio de standars y prejuicios respecto de la práctica analítica que implosionan. Entiendo que se trata de un cambio de paradigma que abre un campo de investigación concerniente al alcance una práctica llevada adelante enteramente en un formato digital.
Finalmente, los efectos sobre algo que nos concierne a (casi) todos: los lazos de amor. El estado de cosas, cierto efecto de detención, dió otro tiempo para encontrarse, para que algunos lazos decanten. Los riesgos, ciertos, tangibles, que implican el encuentro con el otro revalorizaron la intimidad. Si antes de la pandemia la historización del encuentro estaba deshilachada, arrasada en ocasiones por una suerte de zapping sexo-afectivo, el nuevo contexto rescata incluso ribetes épicos de la vida amorosa que habían caído en desuso. El encuentro supone una aventura y peripecias que lo rescatan de la rutina y de las citas en serie.



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