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AUSENCIA.

  • Foto del escritor: laportenarevista
    laportenarevista
  • 28 may 2022
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 29 may 2022

Por Marita Penedo.

Ph Sergio Levin

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"Ausencia. Todo episodio de lenguaje que pone en escena la ausencia del objeto amado –sean cuales fueren

la causa y la duración– y tiende a transformar esta ausencia en prueba de abandono." (Barthes, 2014, p.54).


Escribir. Señuelos, debates y callejones sin salida a los que da lugar el deseo de “expresar” el sentimiento amoroso en una “creación” (especialmente de escritura) (Barthes, 2014, p.131).


Fue durante el cumpleaños de quince de la segunda hija de Verónica. La primera, la mayor, había cumplido en el mismo salón tres años atrás.

Verónica, había sido compañera nuestra de secundario, de Sari y mía. Las tres estuvimos pegaditas hasta tercer año, momento en el cual Verónica se fue con las “tragas”; Sari y yo con las “marginales”. Las tragas eran impolutas, vírgenes, abanderadas; las otras, nosotras, fumábamos, ya habíamos debutado con alguno, tomábamos de todo y nos rateabamos a la casa de Coco Lazarte muchos

más días de los que íbamos a la escuela. De los 21 de septiembre en Palermo no me acuerdo, de recitales en Obras tampoco. Es decir, me acuerdo cómo llegué, no cómo salí.

"Fiesta. El sujeto amoroso vive todo encuentro con el ser amado como una fiesta." (Barthes, 2014, p.156).


Hace tres años atrás, llegamos al salón, Sari y yo en remis. Fue solo abrir la puerta del coche y los vimos.

¿¿Son?? No sé, boluda. En la vereda, Alejandro y el Cholo.

Alejo –yo le digo así- ya no tenía los rulos que tanto me gustaban, y el Cholo estaba esperando a su hija, también invitada a la fiesta. Los dos eran como uno, de pibes y de grandes, igual que Sari y yo que somos la ilusión pato-conejo de Wittgenstein. Nos gusta ese Franskestein zoológico, porque las dos comprendemos que no se puede ver lo mismo siempre, todo depende de la perspectiva, del estado de ánimo.

"Encuentro. La figura remite al tiempo feliz que siguió inmediatamente al primer rapto, antes que nacieran las dificultades de la relación amorosa." (Barthes, 2014, p.118).

Estábamos los cuatro la misma mesa, un poco formales, un poco paralizados. Yo estaba alucinada, ahí estaba mi cómplice del pasado, de todas las cagadas habidas y por haber; Sari miraba a su amor romántico, su sweetheart.

Para el plato principal, Alejo y yo habíamos tomado más vino del “reglamentario” y nos cagábamos de risa de los otros invitados. Sari había bajado con el Cholo a fumar. Me contó después que cuando él le tocó la cintura para guiarla por la escalera sintió un rayo, una electricidad que le recorrió el cuerpo.

Nos fuimos de la fiesta por separado. Sarita dejó al Cholo y a su hija en su casa, en un taxi compartido y se fue a dormir. Alejo y yo nos desarmamos en un telo barato del barrio chino. Pagué yo.

Por qué. Al mismo tiempo que se pregunta obsesivamente por qué no es amado, el sujeto amoroso vive en la creencia de que en realidad el objeto amado lo ama, pero no se lo dice (Barthes, 2014, p.228)

Las dos empezamos a frecuentarlos. Alejo y yo fuimos y vinimos, nos amamos, nos odiamos, viajamos algunas veces a la costa. Yo me caigo borracha en la vereda del casino si perdemos todo. Se llevaron las fichas, con ese secador de mierda, pelotudo pelotudo pelotudo. ¿No ves que no tengo más nada? Pero si

ganamos son las noches más divertidas del mundo mundial.

Sari va distinto. Compraron un auto como inversión, y están por irse a vivir juntos. Están buscando PH con patio y parrilla por Zonaprop. Comparten las vacaciones con los padres de él. Son la pareja ideal.


Todo esto para llegar a la segunda fiesta. En el mismo salón, tres años después. Cambiaba la quinceañera, que esta vez era Vera, la segunda nena de Verónica. Y otra vez llegamos, Sari y yo, en el mismísimo remis.


Nuestros amores no estaban en la vereda. Alejo y el Cholo habían viajado al país tropical con amigos, este era el momento del reencuentro, pensábamos las dos.

A Sari, el Cholo le había avisado con tiempo. No es que le pidiera permiso, le hacía ilusión ir y la estúpida aflojó. Sin enojos, sin reproches, sin desconfianza. Te amo mi amor, sos mi vida. Nos vemos a la vuelta. Te escribo todos los días.

Alejo me dijo Mañana me voy, me regalan el pasaje y si no te gusta andate a la mierda. Palabras más, palabras menos. Y me fui nomás a la mierda y pensé que si en lugar de Alejandro se llamara Acercandro mi vida sería muy distinta.


"Informante. Figura amistosa que parece, sin embargo, tener por fascinación constante herir al sujeto amoroso, entregándole, como si tal cosa, informaciones sobre el ser amado de carácter anodino, pero cuyo efecto es el de perturbar la imagen que el sujeto tiene de ese ser." (Barthes, 2014, p.183).


Verónica nos dice que los chicos no van a venir, están enfermos. ¿Cómo? No sabía nada. Me voy a la casa, antes paso por la farmacia. Agarró el celular, nerviosa. Cholito papacho ¿estás bien? ¿Cómo no me dijiste?

¿Es covid? No importa, me voy para allá con Paracetamol. Chau chau, chicas, perdón, pobrecito.

Y yo Es mentira, Alejandro es un actor de cine, no me quiere ver, me tiene miedo el muy cobarde. ¿Te mandó mensaje haciéndose el moribundo? Es un hijo de remilputa.

Y yo estaba tan linda, había pedido un vestido prestado, un cinturón, una camperas de cuero, y un par de botas para seducirlo, y que otra vez se enamorara de mí y terminar la noche en un telo, después del mismo

salón, de la misma fiesta, la misma mesa de hacía tres años.

Sari se fue corriendo a buscar su bolsita de farmacia. Yo me quedé en la misma fiesta, en el mismo salón pero esta vez sin él, para escuchar que no va cambiar, que me hace daño, que seguro ya está saliendo con alguna tilinga del barrio. Que le rompo las pelotas, por celosa, porque no soporto a sus amigos. Por quererlo

solo para mí.

"Dolido. Imaginándose muerto, el sujeto amoroso ve la vida del ser amado continuar como si nada hubiera ocurrido." (Barthes, 2014, p.114)

Volví sola al zaguán. El mismo en el que me comió la boca tres años atrás, y no sentí nada.

Es la verdad. No sentí nada.

Ni nostalgia, ni ganas de verlo, ni de tocarlo, ni de sentirlo, ni nada. Estaba como anestesiada.

Lo único que quiero es sacarme este malestar. Ya no es dolor.

Es un malestar asqueroso, que creo se cura con un Paracetamol de los que tiene Sari en su bolsita. O una Buscapina mejor, porque lo que tengo es muchas ganas de vomitar desde que tomó ese avión.


Barthes, R. (2014). Fragmentos de un discurso amoroso. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.




 
 
 

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Comunicación:

D. Durañona

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